Resumen:
Pensar la educación en la contemporaneidad implica considerarla como un proceso social e intersubjetivo que tiene por fin que cada uno de los miembros de la sociedad logre la integración y la asimilación del conocimiento científico y técnico, de las pautas morales y éticas y de la tradición, que constituyen el patrimonio cultural de la humanidad y de cada sociedad particular. Ahora bien, la educación no se trata de una simple adaptación sino más bien, de la gestión personal que posibilite el desarrollo de las potencialidades creativas e innovadoras de los individuos y de la construcción del vínculo social a través de la interacción con el otro, el medio social y consigo mismo (en la perspectiva de Habermas “el mundo de la vida”). Para llevar a buen término esta concepción es fundamental plantear un interrogante de carácter ontológico: ¿Qué concepción de hombre se tiene? o¿qué hombre se quiere formar?.